Antes de mediodía Alexander Rico López camina por la zona comercial, deteniéndose frente a los locales donde suena un parlante pequeño o una canción suelta que brota desde un restaurante. Escucha, observa, registra mentalmente qué se mueve entre la gente un día cualquiera. Un ritual que repite en cada municipio donde toca por primera vez, es su forma de trabajar.
Alex no llegó a las fiestas de Barranca de Upía con el repertorio cerrado. Llega con los oídos abiertos. Antes de pararse frente a cientos de personas, quiere saber qué suena en la calle, qué género marca la cotidianidad, cuál es la temperatura musical del lugar. Por eso camina, vuelve a escuchar, toma nota sin tomar apuntes. “Es la manera de no fallar”, suele decir.

Lo reconocen por el nombre artístico de DJ Alex Rico. Lleva años moviéndose por el Meta y otros departamentos, pero su forma de estar en el trabajo, cuenta, sorprende a quienes lo contratan. No bebe mientras toca. Ni licor fuerte, ni cervezas que se vayan acumulando sobre la mesa. “Máximo una o dos —explica—, pero mientras esté en tarima, no”. Él lo ve como una herramienta. Dice que esa imagen, la del que no se embriaga en escena, le ha abierto puertas. Que es parte de su sello profesional, con el que llega al XX Feria Agroindustrial y Artesanal y XXIII Reinado Internacional de La Palma.
Su trabajo en tarima se sostiene sobre algo que él llama “las curvas de la rumba”. Una manera de entender cómo se mueve la gente cuando escucha música. Para Alex, la rumba no puede ser una línea plana. Suena sencillo, pero es lo que define la diferencia entre sostener un público y perderlo. “Usted no puede tener a la gente tres horas en un solo género —explica—. La gente se cansa. Toca subir, bajar y volver a subir”.
Esa lectura rápida del ambiente la aprendió a fuerza de presentaciones. En algunos festivales le dicen: “Tienes 15 minutos”. Él cuenta el tiempo hacia adentro, arma una microhistoria musical. Pero, en tarima, el orden puede cambiar en cuestión de segundos. A veces el siguiente artista no está listo. A veces lo llaman: “Otros 15. Siga, siga”. Ahí improvisa. No desde la suerte, sino desde la técnica: si la curva está arriba, la mantiene un poco más. Si ya la bajó, la vuelve a subir. “Ahí es donde uno se acompasa con el animador —dice—. Entre los dos le damos forma a ese momento”.

Ese espacio entre artista y artista —los minutos en los que desmontan cables y afinan micrófonos— lo ha convertido en parte esencial de su repertorio. No es un relleno, es el instante en que tiene que sostener la energía del público, a veces frente a miles de personas que esperan a otro cantante.
En cada zona, hay un público distinto, una manera particular de bailar, un ritmo que no se copia de otro lugar. En el Festival de la Cosecha Llanera 2022, uno de sus hitos, aprendió que una multitud puede responder con una potencia inesperada. Pero en Chipaque, Cundinamarca, vivió algo que no olvida, un público que “se baila hasta un comercial”. Lo cuenta como una enseñanza. Si un público responde a todo, el DJ también se vuelve más creativo. Pero cuando no responden, aparece lo que él llama el “sondeo musical”: dos canciones de cada género, una tras otra. Lo que sea necesario hasta encontrar la entrada correcta. Ese es el tipo de momento que le enseñó más que cualquier éxito.
Redactado por: Aldair Cuartas

