
Antes del mediodía, Alejandro Vargas tenía un plan sencillo. Almorzar con su esposa y su hijo recién nacido, salir a dar una vuelta después de semanas de cuidados posparto. A esa hora aún no sabía que esa misma tarde estaría regresando de urgencia a Celulares Villanueva, su negocio de más de diez años, para enfrentar las consecuencias de un incendio que dejó pérdidas considerables en equipos, herramientas y material de trabajo. Tampoco sabía que, desde entonces, empezaría a recibir mensajes, gestos concretos de apoyo y la disposición de muchos a ayudarlo a salir adelante.
La llamada la hizo un vecino de la droguería. Lo conocía bien. No era común que lo buscara por teléfono, así que Alejandro intuyó algo inusual. “Véngase rápido, que está saliendo humo de su local”, le dijo. Intentó no alarmarse, pensó que tal vez era un incidente menor. Pero mientras bajaba a toda velocidad por las calles de Villanueva, lo volvió a llamar: “Apúrese que el humo ya es negro”.

Al llegar, no hubo tiempo para pensar. Quitó los candados como pudo, metió la mano por debajo de la cortina metálica y vio que todo estaba oscuro. Apenas abrió, una explosión lo empujó hacia atrás. Salió una columna de humo denso. Desde el hotel contiguo, algunos comenzaron a evacuar. Nadie estaba dentro del local, pero ya no quedaba mucho que proteger en su interior.
El cuerpo de bomberos llegó poco después. Según los primeros testimonios, el incendio podría estar relacionado con una falla eléctrica. Vecinos comentaron que desde temprano un transformador había estado soltando chispas y que la luz venía fallando. El resto se evidencia en lo que quedó dentro del establecimiento: vitrinas rotas, estanterías afectadas, accesorios consumidos por el fuego y equipos especializados inutilizados.

Desde afuera, Alejandro observaba sin poder intervenir. Sabía que se estaban perdiendo herramientas de alta tecnología para reparación de celulares, repuestos, y una inversión de años en formación técnica. “Esto es mi vida, es lo que más me gusta hacer. He invertido mucho, no solo en plata, sino en aprender”, explicó más tarde.
El negocio no solo era suyo. También de quienes trabajan con él y de los clientes habituales que esperan sus servicios. Por eso, aunque aún no ha definido cómo ni dónde, ya busca un nuevo punto para reiniciar. “Yo siempre trato de buscar soluciones. No veo problemas, veo oportunidades”.

Esa misma tarde, mientras revisaba lo que podía rescatar, varias personas se acercaron. Algunos preguntaron qué necesitaba. Otros ofrecieron ayuda concreta. Alejandro agradece esos gestos y continúa abierto a quienes quieran sumarse. En medio de las pérdidas, ha decidido empezar de nuevo. “Con la ayuda de Dios y de quienes puedan apoyarme, la idea es arrancar otra vez desde cero”.