Un anillo, una vida, una promesa en el tiempo, por primera vez en más de treinta años, Lilia Esperanza Briceño, deslizó su anillo de bodas de su dedo para entregarlo a la eternidad, en un acto tan simbólico como inesperado, lo depositó en una cápsula del tiempo, una decisión que tomó en medio de miradas curiosas y preguntas de sus colegas. “Venimos en quince años, y si no estamos, que vengan nuestros hijos”, dijo, dejando entrever la profundidad de sus sentimientos hacia aquel pequeño objeto dorado.
Este acto representó mucho más que un simple desapego material, en sus palabras, el anillo había sido testigo de sus alegrías, sus momentos más duros y las promesas que construyó junto a Carlos, su esposo. “Ese anillo me lo quité solo cuando tuve que hacerlo, en radiografías y en el nacimiento de mis hijos, ha sido una parte de mí”, relató.
El sol de la tarde brilla sobre el patio de la casa de Lilia, los ojos rebuscan en sus memorias y recuerda con precisión los primeros días de su relación, se conocieron en Cabuyaro, Meta, donde ella creció a la orilla del río, en un hogar humilde pero pleno de amor y valores familiares. “Fue mi único novio”, comenta, subrayando la particularidad de un amor que comenzó en la adolescencia y que floreció pese a las restricciones y los temores que imponía su estricta familia.
La formalización de la relación no fue sencilla, Carlos tuvo que enfrentarse al carácter firme del padre de Lilia para pedir su permiso. “Mi padre puso condiciones, era un hombre que tenía una visión de crecimiento personal”, según comenta ella lo primero que le dijo a Carlos fue: «el que se casa quiere casa y mi hija está estudiando, si se la lleva, a usted le corresponde terminar de pagar», con esto dio inicio a una vida juntos marcada por la perseverancia.
La pareja inició su matrimonio con pocos recursos, vivieron en una pequeña habitación, compartiendo una cama y una estufa de gasolina, sin embargo, esos primeros años forjaron un vínculo sólido, “En las dificultades se fortalece el amor, no siempre se tienen las cosas que uno desea, pero con perseverancia, amor y respeto, todo se puede lograr”, reflexiona.
Con esfuerzo, lograron comprar una casa, una conquista que marcó un punto de inflexión en su vida familiar. “Cuando me entregaron la casa, sentí un alivio, era nuestra, nadie nos la podía quitar”, comentó, recordando el trayecto a pie con su hijo en brazos, atravesando arenales interminables para llegar a su nuevo hogar, un momento feliz que nunca olvidará.
Lilia Esperanza y Carlos comparten profesión, juntos son docentes y durante años han sido pilares de enseñanza en los diferentes colegios de Villanueva Casanare, “puede ser una de las claves de nuestro entendimiento, los dos sabemos las dificultades de nuestra profesión”.
Los momentos más significativos de su vida, giran en torno a la familia, desde el nacimiento de su primer hijo en 1993, un evento que describió como “mi mayor felicidad”, hasta el impacto de descubrir que tendría gemelas años después, “La familia es lo único que tiene uno de principio a fin”, comentó.
Cuando se me ocurrió depositar mi anillo, fui con mi esposo, le comenté y él no podía creer lo que le estaba pidiendo”, cuenta mientras deja escapar una sonrisa, con la promesa de volver en quince años, Carlos la acompañó hasta la capsula del colegio Fabio Riveros.
La sonrisa se fue desdibujando con las lágrimas que rodaban por su mejilla, las palabras se hicieron pesadas y sus manos libraron movimientos inciertos, respiró hondo, se tomó un tiempo y finalmente respondió: “Carlos es el amor de mi vida, hemos vivido juntos todos nuestras amarguras, derrotas, felicidades y conquistas, la decisión de dejar el anillo en la cápsula del tiempo, aunque invaluable en recuerdos, no definía mi felicidad, estamos a punto de renovar nuestros votos, luego de treinta y cuatro años de matrimonio y mi amor sigue intacto”, señaló.
En quince años, cuando la cápsula sea abierta, el anillo contará su propia historia, la de una vida construida sobre el amor, el sacrificio y el deseo de dejar un legado para las generaciones futuras.
#EstamosEnConexión.
Nota: Carlos Barreto B
