Alguna vez ha estado con un amigo bebiendo o charlando y han dicho esa frase “Parce ¿por qué no montamos algo?” Así empezó esto, sin planes. Una mesa de billar, dos amigos hablando de la vida y una idea que se lanzó al aire sin saber que terminaría convirtiéndose en un negocio real. “Yo le dije a Santiago que quería montar algo, pero algo en serio, a mayor escala”, recuerda Juan Pablo Palacio. Y Santiago, sin pensarlo mucho, respondió: “Si busca un socio, yo estoy en la misma sintonía.”

Así nació Bendichella, la mezcla de dos emprendimientos que ya tenían historia propia: Coachella, el proyecto de Juan Pablo, y La Bendita Picosa, el de Santiago Reina. Dos caminos distintos, una misma visión.

Juan Pablo Palacio y Santiago Reina

Juan Pablo venía de una familia con una panadería en Villanueva. En un local pequeño que tenían libre, montó su primer negocio: un sitio de granizados y micheladas al que llamó Coachella, inspirado en el famoso festival, pero el tiempo y los estudios lo obligaron a cerrar. Aun así, de todo eso aprendió algo: el impulso de no quedarse quieto. “En mi familia siempre ha sido así, de hacer algo, de no parar.” Lo que lo hizo intentar con una panadería en Acacías que actualmente tiene.

Santiago, por su parte, no dudó en seguir esa misma línea. Estudiaba, sí, pero quería algo más, algo que lo moviera distinto. “Yo veía a mi papá, que viene del campo, de La Macarena, y que con las uñas montó su empresa. Eso me marcó. Yo también quería saber qué se sentía ganarse algo con el propio trabajo.” Así nació La Bendita Picosa, un puesto ambulante que, con tiempo y esfuerzo, se convirtió en su carta de presentación, ¿su método? Unirse con un familiar quien pudiera estar mas presente cuando el estuviera mas lejos.

Cuando de pronto la vida los cruzó en aquella conversación mientras jugaban billar, entonces empezaron a consolidar ideas de las cuales una fue  abrir el negocio en Villavicencio, pero los dueños de los locales no los tomaron en serio. “Nos veían como unos pelados y ni siquiera nos abrían las puertas.” Así que regresaron a casa. Villanueva los estaba esperando, aunque ellos todavía no lo sabían.

El inicio fue con ahorros, préstamos familiares y muchas ganas. Los primeros meses fueron de prueba y error. “Queríamos ser diferentes, pero algunas ideas tardaron en funcionar, como aquella del pan rojo,” dice Juan Pablo entre risas. Aun así, el negocio empezó a moverse, y cada error les dejó una pista para hacerlo mejor.

Hoy, Bendichela lleva pocos meses abierta, pero parece que siempre hubiera estado ahí. Es el resultado de conversaciones sinceras, decisiones habladas y una amistad que se convirtió en sociedad. No se gritan, no se pisan las ideas, se escuchan. “Aquí no se hace nada sin la aprobación del otro,” dice Santiago.

Entre charlas, estrategias y días largos, una frase se les quedó grabada: “Sic Parvis Magna”, que en latín significa “La grandeza nace de pequeños comienzos.” No es solo una cita, es una forma de resumir lo que han vivido.

Porque sí, todo empezó en una mesa de billar. Pero cuando uno cree en lo que hace, incluso una idea en el aire si se toma y se construye puede volverse el inicio de algo grande.

Redactado por Andres Reyes

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