Si usted camina por la carrera 13 con calle 9 en Villanueva, Casanare, encontrará un negocio de muebles “Surtimuebles la 13”. Un local que, para muchos, es solo una tienda más, pero que para su dueño es el testimonio de una vida de lucha, de derrotas, de renaceres y, sobre todo, de perseverancia. Porque si algo nos ha enseñado Don Uriel es que en la vida uno no se rinde, no importa qué tan fuerte pegue.
Corría el año 1988 cuando Don Uriel llegó a Villanueva. No traía más que una bicicleta, 150 mil pesos y un hambre insaciable de salir adelante. Como buen comerciante, entendió que el camino se construye paso a paso, así que empezó vendiendo lo que podía: licuadoras, sábanas, cubrelechos, planchas… Pequeños productos que fueron su primer escalón.
Así comenzó su travesía en el comercio de Villanueva. Sin un local donde establecerse, pero con la determinación intacta, se hizo de una carreta y, con la fuerza de sus brazos, recorrió las calles del municipio, ofreciendo su mercancía de puerta en puerta. Cada jornada era un desafío, pero también un paso más hacia su meta. Con el tiempo, logró contratar a un vendedor que le ayudara a cubrir más rutas y, en un giro clave para su negocio, adquirió una “cartera” —un registro de clientes— de otro comerciante. Ese pequeño libro de nombres y contactos le permitió consolidarse y dar forma a lo que, en sus inicios, parecía solo un sueño ambulante.

Los negocios marchaban bien y la ambición de crecer lo llevó a Paratebueno, donde intentó expandirse con ayuda de su hermano Hugo. Pero el destino, que a veces nos juega las cartas más crueles, le arrebató a su hermano en un trágico suceso que no solo dejó una herida en su alma, sino que también se llevó su mercancía y la moto que usaban para transportarse.
Fue un golpe duro, de esos que le doblan a uno las rodillas. Pero Don Uriel no se quedó en el suelo. Aprendió que en la vida solo hay dos caminos: quedarse llorando o seguir adelante. Y él eligió lo segundo.
Si hay algo que lo ha definido toda su vida, es su espíritu emprendedor. Desde muy joven ha vendido de todo: bocadillos, calzado, panela, pan cuando tuvo su panadería… Siempre ha sabido que el que no trabaja, no come, y que el éxito es de los que persisten.
Con ese pensamiento, logró establecerse en un local en arriendo en Villanueva y, con el tiempo, se expandió a Monterrey, donde empezó a vender más y mejor. Pero el éxito nunca viene sin desafíos: allí vivió una fuerte rivalidad con otros vendedores que lo pusieron a prueba una vez más.
La competencia en el comercio no siempre es un simple cruce de ofertas; a veces, se convierte en una verdadera guerra comercial. Y así lo fue para él. Enfrentó a antiguos conocidos, incluso a algunos con quienes había colaborado, pero que ahora se alineaban en un frente opuesto. De un lado, él, su hermano Libardo quien había venido para apoyarlo y un ayudante que consiguieron para fortalecer su negocio; del otro, una asociación de cinco vendedores dispuestos a dominar el mercado. En Monterrey, donde se libró esta batalla de estrategias y perseverancia, solo Libardo y su compañero sostuvieron la línea en el terreno, mientras don Uriel, con su ingenio y fe inquebrantable, diseñaba las tácticas que poco a poco lo llevaron al éxito. Fueron tiempos duros, de incertidumbre y esfuerzo, pero su convicción en Dios y en su capacidad para sobreponerse marcaron la diferencia. Una vez más, salió adelante.
Pese a todo, siguió adelante. Compró un taxi y, en lo que él mismo llama “el mejor negocio de su vida”, cambió ese taxi por una tierra, un movimiento que definiría su futuro.
Sin embargo, la estabilidad es un lujo que pocos han tenido en esta región. A inicios de los 2000, la violencia en Casanare y Meta estalló con fuerza, y los comerciantes no quedaron exentos. Don Uriel fue extorsionado, le quitaron mercancía y lo obligaron a asistir a reuniones de grupos armados. La situación se volvió insostenible y, con un hijo de 3 años y un matrimonio establecido, tuvo que salir del municipio mientras las cosas se calmaban un poco.
Pero no fue una despedida definitiva. El amor por su tierra y su espíritu inquebrantable lo trajeron de vuelta.

De regreso en Villanueva, siguió con su negocio. Durante 15 años trabajó en un local arrendado, viendo cómo cada peso ganado con esfuerzo se iba en un alquiler que no le dejaba nada propio. Entonces un día, la vida le puso otra prueba: el divorcio. Un golpe fuerte, de esos que lo sacuden todo. Pero como siempre, no se dejó abatir. Se sacudió el polvo, apretó los dientes y siguió adelante.
Fue después que llegó el golpe de suerte que tanto había esperado. Vendió parte de su tierra y, con unas facilidades de pago inesperadas, pudo comprar su propio local. Un espacio que con el tiempo remodeló y convirtió en su hogar, el lugar donde hoy vive y trabaja.
Dicen que el que ahorra, tiene. Que los golpes lo maduran a uno. Que el éxito no es cuestión de suerte, sino de esfuerzo. Todo eso lo sabe Don Uriel, porque lo ha vivido en carne propia. Hoy, su negocio de muebles sigue en pie. Pero más allá de los muebles, su verdadera obra maestra es su historia de vida.
Porque no importa cuántas veces haya caído, siempre se ha levantado. Porque no importa cuántos negocios no funcionaron, siguió intentando. Porque en su cabeza nunca hubo espacio para la palabra rendirse.
Y es que si hay algo que él nos deja como enseñanza es que Villanueva es un lugar para crecer. Que aquí, como en cualquier otro lugar del mundo, el que trabaja duro puede salir adelante. Porque como él mismo dice: “Todo lo he conseguido a puro pulso, a puro esfuerzo. La clave está en no rendirse nunca.”
Es curioso cómo a veces pasamos la vida buscando historias de inspiración en los libros, en las noticias o en relatos de desconocidos, sin darnos cuenta de que tenemos una historia increíble cerca, incluso a veces en nuestra propia familia. Escribir esta crónica me permitió ver a mi padre con otros ojos, conocer su lucha, todo lo que pasó para llegar a donde está hoy. Comprendí que no solo es un comerciante incansable, sino un hombre que nunca se rinde, que se reinventó cuantas veces fue necesario. Muchas de las cosas que vivió no las conocía, y ahora, después de escuchar su historia, siento que me ha acercado más a él. Porque detrás del hombre trabajador que siempre vi, hay un guerrero que luchó cada día para darnos lo mejor.
Y usted, ¿ya dio el primer paso para construir su propia historia?
Crónica: Michael Andrés Reyes Barreto