#TerritorioConexión

El sol apenas despuntaba sobre las llanuras casanareñas cuando llegamos a las orillas del río Túa, ese corazón palpitante de Monterrey que cada enero se transforma en el epicentro de la cultura y la alegría llanera. Era nuestra primera tarde en el Festival de Verano 2025, y desde el primer vistazo, supimos que seríamos testigos de algo más que un evento, presenciaríamos el alma de un pueblo reflejada en sus tradiciones.

La brisa cálida acariciaba las arenas doradas mientras los primeros equipos se alineaban para el torneo de fútbol playa. Allí, entre risas y adrenalina, jóvenes y adultos demostraban que el Llano no solo es tierra de ganadería y folklore, sino también de talento y espíritu competitivo. Al lado, una red improvisada anunciaba los primeros encuentros de vóley playa, donde las jugadas rápidas se mezclaban con los aplausos y las porras de los espectadores.

Desde la tarima principal, montada estratégicamente frente al río, resonaban los acordes de un arpa, seguidos por el profundo retumbar del cuatro y el vibrante canto de un coplero. Las melodías del joropo inundaban el aire, transportándonos a los días en que estas tierras eran conquistadas a caballo, con cantos que resonaban entre el llano infinito y el cielo abierto. Alrededor, mujeres llaneras ataviadas con sus coloridos vestidos tradicionales se movían al compás, mientras los turistas, descalzos y desprevenidos, intentaban seguir el ritmo.

Monterrey, en el Festival de Verano, no solo celebra su riqueza cultural y natural, sino que invita al mundo a descubrir la magia del Llano. Es un recordatorio de que el turismo no es solo visitar lugares, sino vivir experiencias, sentir la calidez de su gente y, por un momento, ser parte de su historia.

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